Hablar mal de alguien o de algo. Es la segunda acepción en el diccionario de este verbo tan llevado a la práctica en nuestros días. Es tan común ante cualquier contrariedad, diversidad de pareceres o ante quien parece mejor que nosotros que nos hemos hecho a ella. Debía ser la primera acepción por su importancia hoy.

En los medios de comunicación es de uso habitual. Se critica el modo de vida, las ideas y hasta la forma de vestir. Es normal en el trabajo, ¿quién no ha criticado al jefe o a tal compañero? Se critica a los políticos, entrenadores, países, culturas… Critican todos los gremios, en todas las ideologías y las 24 horas del día.

En cambio, es curioso que si uno se acerca a un tanatorio escucha muchos elogios. De hecho, el día del fallecimiento es el día de la alabanza. Todavía tenemos el detalle como comunidad humana de levantar el pie el día de la muerte. Sin embargo, es sorprendente porque dejamos al beneficiario en paz póstumamente y puede que hubiera gustado un tiempo antes algo de tranquilidad.

La clave de criticar es que el que lo hace siempre queda por encima del otro. Es una forma tan sencilla de auparnos a un lugar superior donde ser vistos por todos y donde quedar bien frente a los que se equivocan. La pena es que con tanto ascenso personal cercenamos cualquier desarrollo de otro o del grupo. Porque sólo nosotros sabemos cuál es la verdad y qué es lo correcto, da igual si tenemos bien la información o si conocemos la intención y circunstancias del criticado.

Ignacio de Loyola encontró un antídoto que genera una actitud mucho más sana para caminar por la vida y que obliga a preocuparte aún más por el que iba a ser objeto de crítica. Él habla de salvar la proposición del prójimo. Sin ingenuidad, intentar buscar la verdad en el de en frente.

Mi madre siempre dice que el undécimo mandamiento debía ser no molestar. Pero no. Ese es el duodécimo. El undécimo de la ley de Dios, aunque no lo escribiera en las tablas se lo debió decir de palabra a Moisés, es no criticar. Seguro. Por la propia salud. Por bien de todos.

 

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